En una colorida heladería, María, una niña de cinco años, disfrutaba de su helado de chocolate. Su mamá, Ana, miraba con discreción a una mujer que había entrado y que le había llamado la atención.
María, dándose cuenta de las miradas de su mamá, se levantó de un salto y dijo: “¡Voy a invitarle un helado!” Antes de que Ana pudiera detenerla, María ya estaba frente a la mujer, diciendo con una sonrisa: “¡Hola! Mi mamá dice que la vainilla es para personas solitarias. ¿Quieres ser su amiga para que pueda comer chocolate contigo?”
Sorprendida y divertida, la mujer respondió: “¿En serio? Bueno, no puedo decir que no a una oferta tan dulce. Creo que debería conocer a tu mamá entonces. ¿Nos presentas?”
María regresó corriendo junto a su madre, expresando con emoción: “¡Mami, mami! Ella dijo que sí. Ahora puedes dejar de comer vainilla.”
Con las mejillas rojas de vergüenza, Ana extendió la mano hacia la mujer y dijo: “Perdona a mi hija; es muy directa. Me llamo Ana.”
La mujer sonrió, extendiendo su mano: “Encantada, Ana. Soy Camila. Y para el registro, también prefiero el chocolate. ¿Qué tal si lo compartimos?”
María aplaudió emocionada, mientras una Ana ruborizada y sonriente exclamó: “Eso suena… perfecto”.
María, dándose cuenta de las miradas de su mamá, se levantó de un salto y dijo: “¡Voy a invitarle un helado!” Antes de que Ana pudiera detenerla, María ya estaba frente a la mujer, diciendo con una sonrisa: “¡Hola! Mi mamá dice que la vainilla es para personas solitarias. ¿Quieres ser su amiga para que pueda comer chocolate contigo?”
Sorprendida y divertida, la mujer respondió: “¿En serio? Bueno, no puedo decir que no a una oferta tan dulce. Creo que debería conocer a tu mamá entonces. ¿Nos presentas?”
María regresó corriendo junto a su madre, expresando con emoción: “¡Mami, mami! Ella dijo que sí. Ahora puedes dejar de comer vainilla.”
Con las mejillas rojas de vergüenza, Ana extendió la mano hacia la mujer y dijo: “Perdona a mi hija; es muy directa. Me llamo Ana.”
La mujer sonrió, extendiendo su mano: “Encantada, Ana. Soy Camila. Y para el registro, también prefiero el chocolate. ¿Qué tal si lo compartimos?”
María aplaudió emocionada, mientras una Ana ruborizada y sonriente exclamó: “Eso suena… perfecto”.
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